No existe un registro certero de cuando un
ejemplar de Tortuga Verde (Chelonia mydas), conocida también como
Tortuga Blanca o Tortura Negra, fue avistado en Bahía Chasco, comuna de
Copiapó, sin embargo, su presencia en el litoral atacameño fue reportada por
primera vez en 1782.
La Tortuga Verde se encuentra habitualmente en zonas o regiones
tropicales y, esporádicamente, en zonas subtropicales, aunque existen
avistamientos desde la costa de Arica hasta Chiloé, y en el extremo sur como
Isla Desolación e Isla Navarino, e incluso en islas oceánicas como Juan
Fernández y Rapa Nui.
No obstante, son reportes ocasionales que no han permitido un estudio
científico y acabado sobre la especie, al contrario de lo ocurrido en Atacama.
Desde el año 2014 la ONG Ambientalista “Qarapara”, que en voz quechua
significa “tortuga”, ha realizado un
estudio sistemático y científico sobre la especie y logro determinar la
existencia de una colonia de 24 ejemplares juveniles, que vienen de las Islas
Galápagos, es decir, han recorrido más de 3 mil kilómetros, y vienen a
alimentarse.
La Directora de la ONG Qarapara, Bióloga Marina, Carol Medrano Martínez,
señaló: “ Bahía Chasco es una zona de gran biodiversidad y en ella la tortuga
encuentra un alimento que forma parte importante en su dieta denominado Pasto
Marino (Zostera chilensis)” y algas, lo que unido a algunas características de
la bahía, como su amplitud, escasa profundidad y no contaminada, contribuyen a
que esta colonia perdure en el sector. Cabe señalar que la tortuga en su época juvenil y adulta es exclusivamente herbívora, mientras que en etapas previas comen pequeños crustáceos y peces
“Hemos determinado - agregó -, que sus medidas morfológicas y su peso
corresponden a juveniles, que estudios de marcaje-recaptura implican que éstas
permanecen en el área durante años
(datos de recapturas de hasta cinco años, que corresponden al periodo de
trabajo que Qarapara realiza en la zona) y los estudios genéticos confirman que
vienen de las Islas Galápagos”. (Ecuador).
También determinaron que es la congregación costera más austral del
Pacífico Suroriental y se está incrementando pues han llegado nuevos ejemplares
al área.
Estudios anteriores (J.L. Brito 2007) estipulan que en la década de1980
se había detectado una población entre 3 y 15 individuos, lo que comparado con
las cifras actuales indican un aumento considerable que podría ser atribuido a
las condiciones de la bahía, pero es una
hipótesis que debe ser comprobada científicamente.
Las tortugas marinas tienen una gran conexión con el lugar en que nacen,
es decir, regresan a desovar (poner sus huevos) a su playa natal a pesar de
migrar miles de kilómetros, ya sea para alimentarse o parearse. Existen
registros de la Tortuga Laud que ha recorrido hasta 6 mil kilómetros en su ruta migratoria y alcanzado una
profundidad de mil 300 metros. Cabe señalar que las tortugas deben salir a la superficie del mar para respirar y
así llevar oxígeno a sus pulmones. Pueden permanecer hasta 5 minutos sumergidas
mientras buscan alimento o escapan de algún depredador, sin embargo, pueden
descansar varias horas e incluso dormir bajo el agua. La capacidad de retención
del oxígeno está directamente relacionada con la actividad que realicen
y/o el estrés que sufran.
Estudios señalan que utilizan diferentes mecanismos de orientación en
sus rutas migratorias, entre ellos, la detección de campos geomagnéticos,
información química transportada por las corrientes oceánicas y la detección de
la dirección de distintas corrientes marinas
y del oleaje.
Los expertos estiman que esto lo adquieren desde el momento en que
rompen el cascaron del huevo y se dirigen, inmediatamente, al mar.
Por esto, los sitios o zonas de alimentación deben ser protegidos y
tener un buen manejo y conservación para asegurar la sobrevivencia de los
ejemplares que deben retornar a sus
sitios de reproducción y nidificación. Esto es, sin duda, no sólo tarea de los
organismo fiscalizadores que velan por la protección y conservación de las
tortugas marinas, sino que también de las comunidades que viven en el litoral
atacameño y de todas las personas que habitan la región. Cabe señalar que están
protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies
Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la Convención Interamericana
para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas (CIT), de las cuales
Chile es firmante.
Todas las tortugas, excepto la Kikila Australiana, están catalogadas “En
Peligro de Extinción” o “En Peligro Crítico de Extinción” según la Lista Roja
de Especies en Peligro de Extinción de la Unión Mundial para la Naturaleza
(UICN).
Sus principales amenazas son los depredadores naturales que comen sus
huevos y las cazan recién nacidas, como cangrejos y aves, y cuando son adultas
sufren el ataque de tiburones. Además están expuestas a factores ambientales
como cambios climáticos, huracanes y
erosión de playas, pero también a la intervención antrópica, ya sea por su
captura para aprovechar su carne y huevos y su caparazón para adorno ornamental,
o por la pesca comercial e incidental,
esta última al usar el arte de pesca de arrastre o de cerco y palangre
(espinel). Enredadas en ellos las tortugas mueren ahogadas.
Finalmente, está amenazada por la contaminación de químicos, desechos
sólidos y líquidos, tanto urbanos como industriales (bolsas nylon y embases
plásticos que los confunden con alimentos) y las construcciones en playas que
reducen e impactan su hábitat terrestre y generan contaminación lumínica, la
cual las desorientan y pueden no encontrar su lugar de desove o alimentación.
(por Jorge Oporto Marín. Periodista - Guía de Turismo).
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